viernes, 10 de febrero de 2017


    PRIMEROHACHE

 Hacía mucho que no escribía un "a flor de piel" y no porque no sienta, sino porque no tengo tiempo.
Este curso doy clase a un primero de la ESO, de esos primeros que agotan  en todos los sentidos de la palabra "agotan". Desde que entro hasta que me voy, me obligan a estar "alerta", por lo que se mueven, por lo que preguntan, por lo que se despistan, por lo que me quieren despistar, por lo que aprenden, por lo que pueden llegar a aprender y sobre todo... por lo que me enseñan.
     Somos este trozo de primero hache, un primerohache donde cabe el mundo, como dijo Abraham. Somos este primerohache un primerohache habitado por polacos, rumanos, árabes, españoles, payos, gitanos, musulmanes, cristianos, ateos y desorientados. Pero sobre todo... en este primerohache... hay mucho gremlin. Durante cinco horas semanales, ante todo y sobre todo, controlo que no se mojen y que no coman tras las doce de la noche (léase en clave de humor).
     Es mi primerohache un grupo maravilloso. Un grupo humano. Un grupo donde tengo alumnos a los que les gusta la Lengua, a los que no, a los que les gusta la Literatura y a los que... todavía no saben que les gusta.
     Durante casi dos semanas hemos trabajado el concepto de lírica y ya conocemos a Miguel Hernández, a Federico García Lorca, a José Hierro, a Antonio Machado, a Gloria Fuertes, a San Juan de la Cruz, a Gustavo Adolfo Bécquer, a Lope de Vega... y además, conocemos a Joan Manuel Serrat. Sabemos ya que los poemas se dejan medir, y que eso de medir... no solo implica que sepamos contar sílabas (diferenciando muy bien los hiatos de los diptongos), reconociendo las sinalefas, las sinéresis y las diéresis; sabemos ya que cuando recitamos desde el corazón, nuestra forma de hablar llega mejor al prójimo y somos más agradables al oído de quien nos escucha. Saben ya mis gremlins que la poesía es alimento para el alma.
     Y yo sé que mis pequeños gremlins han aprendido lo que me proponía. Y lo sé porque ayer, una de las alumnas de este grupo, me prestó un libro de poesía. Me lo prestó para que lo leyera durante este fin de semana. Lejos de entrar a juzgar al poeta o a su poesía, lo que me propongo con esta entrada es reflexionar acerca del misterio de la enseñanza, y más aún, del misterio mágico de la enseñanza de la poesía. Sé que Kira ha aprendido lo que es la lírica. Y no tendría ni que examinarla para poder evaluarla; lo haré, porque así podrá ver un número 10, pero ella ya lo vale. Y no porque me haya prestado un libro, sino porque valora la poesía como algo digno de ser compartido, de corazón a corazón. Y sobre todo, porque el gesto de Kira implica que me desea tiempo de calidad, tiempo para leer eso que ella me presta para compartirlo conmigo, con la profesora que, desde la lejanía de la tarima (porque sí, en el IES Antonio Machado todavía hay aulas con tarima), sabe que le admitirá de mil amores, ese préstamo de calidad y de corazón.


    
Afortunado este primerohache por tener una tutora que también sabe mucho de corazón...
Afortunados todos los que entramos en esa vertiginosa clase donde cualquier día nos exponemos a que cualquier cosa pueda suceder...



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