martes, 14 de noviembre de 2017

BIBLIOTECA DE AULA
ELABORADA POR LOS ALUMNOS DE 2ºB ESO DEL IES COMPLUTENSE: GIFT, ARIUNDE, MARÍA MARTÍNEZ, JUAN MANUEL COLOMBO, MARÍA ÁLVAREZ, DIEGO MARTÍN, BEA LAREDO, MARINA GÓMEZ, HUGO ASCARZA,
 


Rebeldes, SUSAN E. HINTON.
Cien años de soledad, GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
Del amor y otros demonios, GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
Doce cuentos peregrinos, GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
Rayuela, JULIO CORTÁZAR.
La casa de los espíritus, ISABEL ALLENDE.
El llano en llamas, JUAN RULFO.
Pedro Páramo, JUAN RULFO.
Crónica de una muerte anunciada, GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
La estrategia del parásito, CÉSAR MALLORQUÍ.
El príncipe de la Niebla, CARLOS RUIZ ZAFÓN.
Los lunes de septiembre, CARLOS RUIZ ZAFÓN.
Finis mundi, LAURA GALLEGO.
La música del viento, JORDI SIERRA I FABRA.
Los gemelos congelados, ANDREU MARTÍN.
Cometas en el cielo, KHALED HOSSEINI.
Caperucita en Manhattan, CARMEN MARTÍN GAITE.
La isla del tesoro, ROBERT LOUIS STEVENSON.
La ratonera, AGATHA CHRISTIE.
La dama del Alba, ALEJANDRO CASONA.
Tres sombreros de copa, MIGUEL MIHURA.
Deja en paz a los muertos, JUAN RAMÓN BARAT.
El faro de la mujer ausente, DAVID FERNÁNDEZ SIFRES.
El misterio de la cripta embrujada, EDUARDO MENDOZA.
Un grito de amor desde el centro del mundo, KYOICHI KATAYAMA.
Estupor y temblores, AMELIÉ NOTHOMB.
Cordeluna, ELIA BARCELÓ.
El almacén de las palabras terribles, ELIA BARCELÓ.
Manolito Gafotas, ELVIRA LINDO.
Donde surgen las sombras, DAVID LOZANO.
El cazador del desierto, LORENZO SILVA.
Marina, CARLOS RUIZ ZAFÓN.
Momo, MICHAEL ENDE.
La historia interminable, MICHAEL ENDE.
El hijo del pintor, MARINELLA TOZZI.
El guardián entre el centeno, J. D. SALINGER.
Ana Karenina, LEÓN TOLSTOI.
El principito, ANTOINE DE SAINT EXUPERY.
La casa de los amores imposibles, CRISTINA LÓPEZ BARRIO.
El retrato de Dorian Grey, OSCAR WILDE.
Hamlet, WILLIAM SHAKESPEARE.
Romeo y Julieta, WILLIAM SHAKESPEARE.
La Iliada, HOMERO.
Los miserables, VÍCTOR HUGO.
Drácula, BRAM STOKER.
El señor de los anillos,
Las mil y una noches, anónimo.
El lazarillo de Tormes, anónimo.
La Celestina, FERNANDO DE ROJAS.
El conde Lucanor, DON JUAN MANUEL.
El gato negro y otros cuentos, EDGAR ALLAN POE.
1984, GEORGE ORWELL.
Alicia en el país de las maravillas, LEWIS CARROLL.
Las aventuras de Sherlock Holmes, ARTHUR CONAN DOYLE.
Viaje al centro de la tierra, JULIO VERNE.
El nombre de la rosa, UMBERTO ECO.
Rimas y leyendas, GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER.
El viejo y el mar, ERNEST HEMINGWAY.
Frankenstein, MARY SHELLEY.
Un mundo feliz, ALDOUS HUXLEY.
Los viajes de Gulliver, JONATHAN SWIFT.
Grandes esperanzas, CHARLES DICKENS.
A sangre fría, TRUMAN CAPOTE.
La montaña mágica, THOMAS MANN.
Las flores del mal, CHARLES BAUDELAIRE.
El señor de las moscas, WILLIAM GOLDING.
La Eneida, VIRGILIO.
Crónicas marcianas, RAY BRADBURY.
La tregua, MARIO BENEDETTI.
Casa de muñecas, HENRIK IBSEN.
La señora Dalloway, VIRGINIA WOOLF.
Yo, robot, ISAAC ASIMOV.
El rayo que no cesa, MIGUEL HERNÁNDEZ.
El secreto de Marrowbone, SERGIO G. SÁNCHEZ.
Tuerto, maldito y enamorado, ROSA HUERTAS.
La casa entre los cactus, PAUL PEN.
El brillo de las luciérnagas, PAUL PEN.
La voz de los árboles, TRACY CHEVALIER.
El cielo de Lima, JUAN GÓMEZ BÁRCENA.
La tía Mame, PATRICK DENNIS.
Esperando a míster Bojangles, OLIVIER BOURDEAUT.
La niña y el mar, ERNESTO FILARDI.
Sueños de robot, ISAAC ASIMOV.
El clamor de las brujas de Salem, ANN RINALDI.
Yerma, FEDERICO GARCÍA LORCA.
Bodas de sangre, FEDERICO GARCÍA LORCA.






domingo, 5 de noviembre de 2017



 MODELO DE EXAMEN PARA 3º ESO. 1ª EVALUACIÓN

Recuerda que se detrae puntuación por mala ortografía, mala puntuación, falta de limpieza, ausencia de márgenes y mala redacción. O sea... se detrae puntuación por no hacer todo lo que a diario os enseño a hacer correctamente.

IES COMPLUTENSE
LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA
ALUMNO/A: _______________________________________    NOTA: _________


Desaparece una de las espadas del Cid

La espada Tizona, que se encontraba en el museo catedralicio de la ciudad de Burgos, fue sustraída ayer, martes 29 de febrero, por los amigos de lo ajeno.

Fray Gerundio de Campazas, vigilante del museo catedralicio, notificó a las ocho y treinta horas de la mañana, la desaparición de la espada Tizona. La vitrina en la que se exponía la espada estaba rota. Según la policía, los ladrones hicieron un agujero con un diamante y extrajeron la espada por el mismo.
[La policía investiga el fallo de la alarma], ya que esta no funcionó. Se cree que [los ladrones son una banda internacional] dedicada al robo de piezas de arte que luego [venden a coleccionistas privados en Estados Unidos].

1º. Tema del texto en menos de seis palabras. (0,5 puntos)
2º. Resumen del texto en dos líneas. (0,5 puntos)
3º. ¿Se trata de género informativo o de género de opinión? Explica por qué de modo formal atendiendo a la teoría que has estudiado. Explica su estructura. (1 punto)
4º. Analiza de forma completa las formas verbales del texto marcadas en negrita –recuerda el aspecto y la voz-.  (1 punto)
5º. En el texto hay una forma verbal subrayada. Analiza su voz y explica su mecanismo de formación usando otros ejemplos. (1 punto)
6º. Realiza el esquema completo de los determinantes. En el texto hay una serie de palabras marcadas con letra cursiva, ¿cuál es su categoría gramatical? (1 punto)
7º. Localiza los verbos marcados en negrita, sustitúyelos todos por formas perifrásticas, modales o aspectuales, indicando el tipo y respetando la concordancia con sus correspondientes sujetos (1,5 puntos)
8º. Analiza morfosintácticamente las oraciones del texto localizadas entre corchetes. (2´5 puntos).
9º. Análisis gramatical y semántico completo de las palabras marcadas en color rojo y subrayadas. (1 punto).



domingo, 15 de octubre de 2017

EL GÉNERO NARRATIVO
2º ESO

Desarrollo el esquema en la pizarra el día 16/10.
1. Definición.
2. Estructura.
3. Clasificación.
4. Tipos según la acción.
5. Narrador.
6. Personajes. 
7. Tiempo.
8. Espacio.  

TEXTO 1: ejemplo de narración realista; fragmento de La Regenta, de Leopoldo Alas "Clarín".

Anita lloraba sobre la almohada, después saltaba del lecho; pero no se atrevía a andar en la obscuridad y pegada a la cama seguía llorando, tendida así, de bruces, como ahora, acariciando con el rostro la sábana que mojaba con lágrimas también. Aquella blandura de los colchones era todo lo maternal con que ella podía contar; no había más suavidad para la pobre niña. Entonces debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. Veintitrés habían pasado, y aquel dolor aún la enternecía. Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias, sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma. Como aquel a quien, antes de descansar en su lecho el tiempo que necesita, obligan a levantarse, siente sensación extraña que podría llamarse nostalgia de blandura y del calor de su sueño, así, con parecida sensación, había Ana sentido toda su vida nostalgia del regazo de su madre. Nunca habían oprimido su cabeza de niña contra un seno blando y caliente; y ella, la chiquilla, buscaba algo parecido donde quiera. Recordaba vagamente un perro negro de lanas, noble y hermoso; debía de ser un terranova. -¿Qué habría sido de él?-. El perro se tendía al sol, con la cabeza entre  las patas, y ella se acostaba a su lado y apoyaba la mejilla sobre el lomo rizado, ocultando casi todo el rostro en la lana suave y caliente. En los prados se arrojaba de espaldas o de bruces sobre los montones de yerba segada. Como nadie la consolaba al dormirse llorando, acababa por buscar consuelo en sí misma, contándose cuentos llenos de luz y de caricias. 

TEXTO 2: ejemplo de narración fantástica; fragmento de La historia interminable, de Michael Ende.  

Attreyu vio ante sí una gigantesca caverna en la montaña, en la que el agua negra salpicaba y chapoteaba, porque algo se movía allí dentro. Salió lentamente y se dio cuenta de que era una cabeza unida a un cuello largo y arrugado: la cabeza de una tortuga. Sus ojos eran grandes como charcos negros, su hocico chorreaba fango y algas. Toda aquella Montaña de Cuerno, Attreyu lo comprendió de pronto, era un único y monstruoso animal, una formidable tortuga de pantano: ¡la Vetusta Morla!, el ser más viejo de Fantasía.

TEXTO 3: ejemplo de narrador en 3ª persona, omnisciente; fragmento de Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling. 


"El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías."
TEXTO 4: ejemplo de narrador en 3ª persona, objetivo; fragmento de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. 
Luego se habían metido poco a poco las dos y se iban riendo, conforme el agua les subía por las piernas y el vientre y la cintura. Se detenían, mirándose, y las risas les crecían y se les contagiaban como un cosquilleo nervioso. Se salpicaron y se agarraron dando gritos, hasta que ambas estuvieron del todo mojadas, jadeantes de risa.
TEXTO 5: ejemplo de narrador en 1ª persona, protagonista; fragmento de Nada, de Carmen Laforet. 

Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a media noche, en un tren distinto del que había anunciado, y no me esperaba nadie. Era la primera noche que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche. La sangre, después del  viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas.

TEXTO 6: ejemplo de narrador en 1ª persona, testigo; fragmento de El capitán Alatriste, de Arturo Pérez Reverte. .

No era el hombre más honesto ni el más piadoso,
pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes. Cuando lo conocí malvivía en Madrid, alquilándose por cuatro maravedís en trabajos de poco lustre, a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tenían la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas.

TEXTO 7: ejemplo de espacio real; fragmento de La Regenta.
 La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo. 

TEXTO 8: ejemplo de espacio fantástico; fragmento de Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne. 

"No era la luz del sol con sus haces brillantes y la espléndida irra­diación de sus rayos ni la claridad vaga y pálida del astro de la noche, que es sólo una reflexión sin calor. No. El poder ilumina­dor de aquella luz, su difusión temblorosa, su blancura clara y seca, la escasa elevación de su temperatura, su brillo superior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen pura­mente eléctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenómeno cósmico continuo que alumbraba aquella caverna capaz de albergar en su interior un océano.
La bóveda suspendida encima de mi cabeza, el cielo, si se quiere, parecía formado por grandes nubes, vapores movedizos que cambiaban continuamente de forma y que, por efecto de las condensaciones, deberían convertirse en determinados días, en lluvias torrenciales. Creía yo que, bajo una presión atmosférica tan grande, era imposible la evaporación del agua; pero, en vir­tud de alguna ley física que ignoraba, gruesas nubes cruzaban el aire. Esto no obstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes eléctricas producían sorprendentes juegos de luz sobre las nubes más elevadas: se dibujaban vivas sombras en sus bóvedas infe­riores, y, a menudo, entre dos masas separadas, se deslizabas hasta nosotros un rayo de luz de notable intensidad. Pero nada de aque­llo provenía del sol, puesto que su luz era fría. El efecto era tris­te y soberanamente melancólico. En vez de un cielo tachonado de estrellas, adivinaba por encima de aquellos nubarrones una bóveda de granito que me oprimía con su peso, y todo aquel espacio, por muy grande que fuese, no hubiera bastado para una evolución del menos ambicioso de todos los satélites."


TEXTO 9: ejemplo de texto narrativo escrito en verso. El cuervo, de Edgar Alan Poe. Y puesto que sabéis inglés y que la lengua original del texto es el inglés, así os lo dejo:
 The Raven
                      By Edgar Allan Poe
"Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore,
While I nodded, nearly napping, sudden
ly there came a tapping,
As of some one gently rapping,
rapping at my chamber door.
"'Tis some visitor," I mutter
ed, "tapping at my chamber door,
Only this and nothing more."
Ah, distinctly I remember it
was in the bleak December,
And each separate dying ember
wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow; vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorr
ow, sorrow for the lost Lenore,
For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore,
Nameless here for evermore.
And the silken sad uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me, filled me with fantas
tic terrors never felt before;
So that now, to still the beating
of my heart, I stood repeating
"'Tis some visitor entreating
entrance at my chamber door,
Some late visitor entreating
entrance at my chamber door;
This it is and nothing more."
Presently my soul grew st
ronger; hesitating then no longer,
"Sir," said I, "or Madam, trul
y your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping,
and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping,
tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you", here I opened wide the door,
Darkness there and nothing more.
Deep into that darkness peering, long
I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dream
s no mortals ever dar
ed to dream before;
But the silence was unbroken, and the stillness gave no token,
And the only word there spoken wa
s the whispered word, "Lenore?"
This I whispered, and an echo murmured back the word, "Lenore!",
Merely this and nothing more.
Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping so
mething louder than before.
"Surely," said I, "surely that is
something at my window lattice;
Let me see, then, what thereat
is and this mystery explore,
Let my heart be still a moment
and this mystery explore;
'Tis the wind and nothing more."
Open here I flung the shutter, when,
with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately Raven
of the saintly days of yore.
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he,
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door,
Perched upon a bust of Pallas
just above my chamber door,
Perched, and sat, and nothing more.
Then the ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum
of the countenance it wore,
"Though thy crest be shorn and shaven, t
hou," I said, "art sure no craven,
Ghastly grim and ancient Raven w
andering from the
Nightly shore,
Tell me what thy lordly name is
on the Night's Plutonian shore!"
Quoth the Raven, "Nevermore."
Much I marvelled this ungainly fowl
to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning, little relevancy bore;
For we cannot help agreeing
that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door,
Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door,
With such name as "Nevermore."
But the Raven, sitting lonely on
that placid bust, spoke only
That one word, as if its soul
in that one word he did outpour
Nothing farther then he uttered;
not a feather then he fluttered,
Till I scarcely more than muttered: "Other friends have flown before,
On the morrow he will leave me, as my Hopes have flown before."
Then the bird said "Nevermore."
Startled at the stillness broken
by reply so aptly spoken,
"Doubtless," said I, "what it utters is its only stock and store,
Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster
Followed fast and followed faster
till his songs one burden bore,
Till the dirges of his Hope that melancholy burden bore
Of 'Never, nevermore.'"
But the Raven still beguiling all my sad soul into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat
in front of bird and bust and door;
Then, upon the velvet
sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what
this ominous bird of yore,
What this grim, ungainly, ghastly,
gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking "Nevermore."
This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom's core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion's velvet lining that the lamp-light gloated o'er,
But whose velvet violet lining wi
th the lamp-light gloating o'er
She shall press, ah, nevermore!
Then, methought, the air grew denser
, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-fa
lls tinkled on the tufted floor.
"Wretch," I cried, "thy
God hath lent thee, by t
hese angels he hath sent thee
Respite, respite and nepenthe from
thy memories of Lenore!
Quaff, oh quaff this kind nepenthe
and forget this lost Lenore!"
Quoth the Raven, "Nevermore."
"Prophet!" said I, "thing of evil!
prophet still, if bird or devil!
Whether Tempter sent, or whether
tempest tossed thee here ashore,
Desolate, yet all undaunted, on this desert land enchanted,
On this home by Horror haunted,
tell me truly, I implore,
Is there... is there balm in Gilead? tell me, tell me, I implore!"
Quoth the Raven, "Nevermore."
"Prophet!" said I, "thing of evil!
prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us
, by that God
we both adore,
Tell this soul with sorrow laden
if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted mai
den whom the angels name Lenore,
Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore."
Quoth the Raven, "Nevermore."
"Be that our sign of parting, bird
or fiend!" I shrieked, upstarting,
"Get thee back into the tempest a
nd the Night's Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul has spoken!
Leave my loneliness unbroken!
quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and ta
ke thy form from off my door!"
Quoth the Raven, "Nevermore."
And the Raven, never flitting,
still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seemi
ng of a demon's that is dreaming
And the lamp-light o'er him streami
ng throws his shadows on the floor;
And my soul from out that shadow
that lies floating on the floor
Shall be lifted... nevermore!"

Cuando seáis más mayores y necesitéis más datos técnicos, os resultará útil la siguiente página: 
Os dejo también dos vídeos sobre géneros literarios: 
                   

sábado, 30 de septiembre de 2017

             TEXTOS PARA EL PROYECTO TEATRAL
3º B DE ESO 




Texto 1:

BALTASAR: Esta estrella no sé de dónde viene,
ni quién la trae ni quién la tiene.
¿Por qué será esta señal?
En mis días no vi tal.
Cierto, nacido ha en la tierra
aquel que en paz o en guerra
Señor ha de ser del Oriente
lo mismo que del Occidente.
Por tres noches la miraré
y más de veras lo sabré.
(Pausa.)
No hay duda, Dios es ya nacido
que yo lo tengo bien entendido.
Iré, le adoraré
y honraré y rogaré.

(Auto de los Reyes Magos. Anónimo. 1180 aproximadamente. Traducción a cargo de Eugenio Florit.)



Texto 2:

Celestina: “Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los conde­nados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos que los hervientes étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres fu­rias, Tesífone, Megera, y Aleto, administrador de todas las cosas negras del regno de Éstige y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales y litigioso caos, mantenedor de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza destas bermejas letras, por la sangre de aquella noturna ave con que están escritas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen, por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hi­lado, vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas, y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparejada oportunidad que haya lo compre, y con ello de tal manera quede enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición. Y se le abras y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí y me galardone mis pasos y mensaje; y esto hecho pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceres tristes y escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre, y otra y otra vez te con­juro, y así confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto.”

(La Celestina. Fernando de Rojas. 1499)


Texto 3:

Melibea: “Padre mío, no pugnes ni trabajes por venir adonde yo estoy, que estorbarás la presente habla que te quiero hacer. Lastimado serás brevemente con la muerte de tu única hija. Mi fin es llegado, llegado es mi descanso y tu pasión, llegado es mi alivio y tu pena, llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad. No habrás, honrado padre, menester instrumentos para aplacar mi dolor, sino campanas para sepultar mi cuerpo. Si me escuchas sin lágrimas, oirás la causa desesperada de mi forzada y alegre partida. No la interrumpas con lloro ni palabras; si no, quedarás más quejoso en no saber por qué me mato que doloroso por verme muerta. Ninguna cosa me preguntes ni respondas, más de lo que de mi grado decirte quisiere. Porque, cuando el
corazón está embargado de pasión, están cerrados los oídos al consejo y en tal tiempo las fructuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña. Oye, padre mío, mis últimas palabras y, si como yo espero las recibes, no culparás mi yerro. Bien ves y oyes este triste y doloroso sentimiento, que toda la ciudad hace. Bien ves este clamor de campanas, este alarido de gentes, este aullido de canes, este grande estrépito de armas. De todo esto fui yo la causa. Yo cubrí de luto y jergas en este día casi la mayor parte de la ciudadana caballería; yo dejé hoy muchos sirvientes descubiertos de señor; yo quité muchas raciones y limosnas a pobres y vergonzantes; yo fui ocasión que los muertos tuviesen compañía del más acabado hombre que en gracia nació; yo quité a los vivos el dechado de gentileza, de invenciones galanas, de atavíos y bordaduras, de habla, de andar, de cortesía, de virtud; yo fui causa de que la tierra goce sin tiempo el más noble cuerpo y más fresca juventud que al mundo era en nuestra edad criada. Y porque estarás espantado con el son de mis no acostumbrados delitos, te quiero más aclarar el hecho. Muchos días son pasados, padre mío, que penaba por amor un caballero que se llamaba Calisto, el cual tú bien conociste. Conociste asimismo sus padres y claro linaje; sus virtudes y bondad a todos eran manifiestas. Era tanta su pena de amor y tan poco el lugar para hablarme que descubrió su pasión a una astuta y sagaz mujer que llamaban Celestina. La cual, de su parte venida a mí, sacó mi secreto amor de mi pecho. Descubría a ella lo que a mi querida madre encubría. Tuvo manera cómo ganó mi querer, ordenó cómo su deseo y el mío hubiesen efecto. Si él mucho me amaba, no vivía engañado. Concertó el triste concierto de la dulce y desdichada ejecución de su voluntad. Vencida de su amor, dile entrada en tu casa. Quebrantó con escalas las paredes de tu huerto, quebrantó mi propósito. Perdí mi virginidad. Del cual deleitoso yerro de amor gozamos casi un mes. Y como esta pasada noche viniese, según era acostumbrado, a la vuelta de su venida, como de la fortuna mudable estuviese dispuesto y ordenado, según su desordenada costumbre, como las paredes eran altas, la noche oscura, la escala delgada, los sirvientes que traía no diestros en aquel género de servicio y él bajaba presuroso a ver un ruido que con sus criados sonaba en la calle, con el gran ímpetu que llevaba, no vio bien los pasos, puso el pie en vacío y cayó. De la triste caída sus más escondidos sesos quedaron repartidos por las piedras y paredes. Cortaron las hadas sus hilos, cortáronle sin confesión su vida, cortaron mi esperanza, cortaron mi gloria, cortaron mi compañía. Pues ¿qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada? Su muerte convida a la mía, convídame y fuerza que sea presto, sin dilación, muéstrame que ha de ser despeñada por seguirle en todo. No digan…”
(La Celestina. Fernando de Rojas. 1499)



Texto 4:

Pleberio: “Pero ¿quién forzó a mi hija a morir, sino la fuerte fuerza de amor? Pues, mundo, halaguero, ¿qué remedio das a mi fatigada vejez? ¿Cómo me mandas quedar en ti, conociendo tus falacias, tus lazos, tus cadenas y redes, con que pescas nuestras flacas voluntades? ¿A dónde me pones mi hija? ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? ¿Quién tendrá en regalos mis años que caducan? ¡Oh amor, amor! ¡Que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sujetos! Herida fue de ti mi juventud, por medio de tus brasas pasé: ¿cómo me soltaste, para me dar la paga de la huida en mi vejez? Bien pensé que de tus lazos me había librado, cuando los cuarenta años toqué, cuando fui contento con mi conyugal compañera, cuando me vi con el fruto que me cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los padres. Ni sé si hieres con hierro ni si quemas con fuego. Sana dejas la ropa; lastimas el corazón. Haces que feo amen y hermoso les parezca. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes. Si los amases, no les darías pena. Si alegres viviesen, no se matarían, como ahora mi amada hija. ¿En qué pararon tus sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros, que ella para su servicio emponzoñado jamás halló. Ellos murieron degollados. Calisto, despeñado. Mi triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron; amargos hechos haces. No das iguales galardones. Inicua es la Inicua es la ley, que a todos igual no es. Alegra tu sonido; entristece tu trato. Bienaventurados los que no conociste o de los que no te curaste. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traídos. Cata que Dios mata los que crió; tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razón, a los que menos te sirven das mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congojosa danza. Enemigo de amigos, amigo de enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? Ciego te pintan, pobre y mozo. Pónente un arco en la mano, con que tiras a tiento; más ciegos son tus ministros, que jamás sienten ni ven el desabrido galardón que saca de tu servicio. Tu fuego es de ardiente rayo, que jamás hace señal donde llega. La leña que gasta tu llama son almas y vidas de humanas criaturas. Las cuales son tantas que de quién comenzar pueda, apenas me ocurre. No sólo de cristianos; más de gentiles y judíos y todo en pago de buenos servicios. ¿Qué me dirás de aquel Macías de nuestro tiempo, cómo acabó amando, cuyo triste fin tú fuiste la causa? ¿Qué hizo por ti Paris? ¿Qué Elena? ¿Qué hizo Clitemnestra? ¿Qué Egisto? Todo el mundo lo sabe. Pues a Safo, Ariadna, Leandro, ¿qué pago les diste? Hasta David y Salomón no quisiste dejar sin pena. Por tu amistad Sansón pagó lo que mereció, por creerse de quien tú le forzaste a darle fe. Otros muchos que callo, porque tengo harto que contar en mí mal. Del mundo me quejo, porque en sí me crió, porque no me dando vida, no engendrara en él a Melibea, no nacida no amara, no amando cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera buena! ¡Oh mi hija despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué no hubiste lástima de tu querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me dejaste, cuando yo te había de dejar? ¿Por qué me dejaste penado? ¿Por qué me dejaste triste y solo?”.


(La Celestina. Fernando de Rojas. 1499)




Texto 5:

“Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar, es de sentido fuera;

¿de do viene una cosa, que, si fuera
menos veces de mí probada y vista,
según parece que a razón resista,
a mi sentido mismo no creyera?

Y es que yo soy de lejos inflamado
de vuestra ardiente vista y encendido
tanto, que en vida me sostengo apenas;

mas si de cerca soy acometido
de vuestros ojos, luego siento helado
cuajárseme la sangre por las venas.”
         
(Garcilaso de la Vega. Soneto XVIII. 1550 aproximadamente)



Texto 6:

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.”
   
    (Fray Luis de León. Oda a la vida retirada. 1580 aproximadamente)



Texto 7:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia,
 todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene,
 nada le falta.
Sólo Dios basta.
      (Santa Teresa de Jesús. 1550 aproximadamente)



Texto 8:
Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
    (Luis de Góngora. “Mientras por competir con tu cabello”. 1584)



Texto 9:
Amar el día, aborrecer el día,
llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría.

Estar juntos valor y cobardía,
el desprecio cruel y el blando ruego,
temor valiente, entendimiento ciego,
atada la razón, libre osadía.

Buscar lugar donde aliviar los males
y no querer del mal hacer mudanza,
desear sin saber qué se desea.

Tener el gusto y el disgusto iguales
y todo el bien librado en esperanza,
si aquesto no es amor, no sé qué sea.
       
         (María de Zayas y Sotomayor. 1630 aproximadamente.)
Texto 10:
DUQUE: “Cielos,
hoy se ha de ver en mi casa
no más de vuestro castigo.
Alzad la divina vara.
No es venganza de mi agravio;
que yo no quiero tomarla
en vuestra ofensa, y de un hijo
ya fuera bárbara hazaña.
Éste ha de ser un castigo
vuestro no más, porque valga
para que perdone el cielo
el rigor por la templanza.
Seré padre, y no marido,
dando la justicia santa
a un pecado sin vergüenza
un castigo sin venganza.
Esto disponen las leyes
del honor, y que no haya
publicidad en mi afrenta,
con que se doble mi infamia.
Quien en público castiga,
dos veces su honor infama,
pues después que le ha perdido,
por el mundo le dilata.
La infame Casandra dejo
de pies y manos atada,
con un tafetán cubierta,
y por no escuchar sus ansias,
con una liga en la boca;
porque al decirle la causa,
para cuanto quise hacer
me dio lugar, desmayada.
Esto aun pudiera, ofendida,
sufrir la piedad humana;
pero dar la muerte a un hijo,
qué corazón no desmaya?
Sólo de pensarlo, ¡ay triste!,
tiembla el cuerpo, expira el alma,
lloran los ojos, la sangre
muere en las venas heladas,
el pecho se desalienta,
el entendimiento falta,
la memoria está corrida
y la voluntad turbada.
Como arroyo que detiene
el hielo de noche larga,
del corazón a la boca
prende el dolor las palabras.
¿Qué quieres, Amor? ¿No ves
que Dios a los hijos manda
honrar los padres, y el conde
su mandamiento quebranta?
Déjame, Amor, que castigue
a quien las leyes sagradas
contra su padre desprecia,
pues tengo por cosa clara
que si hoy me quita la honra,
la vida podrá mañana.
Cincuenta mató Artaxerxes
con menos causa, y la espada
de Dario, Torcuato y Bruto
ejecutó sin venganza
las leyes de la justicia.
Perdona, Amor; no deshagas
el derecho del castigo,
cuando el honor, en la sala
de la razón presidiendo,
quiere sentenciar la causa.
El fiscal verdad le ha puesto
la acusación, y está clara
la culpa; que ojos y oídos
juraron en la probanza.
Amor y sangre, abogados
le defienden; mas no basta;
que la infamia y la vergüenza
son de la parte contraria.
La ley de Dios, cuando menos,
es quien la culpa relata,
su conciencia quien la escribe.
¿Pues para qué me acobardas?
Él viene, ¡Ay, cielos, favor!”

(El castigo sin venganza. Lope de Vega. 1631)



Texto 11:
“Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

Mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
médulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado
.”
      (Quevedo. Soneto “Amor constante más allá de la muerte”. 1648)



Texto 12:

Segismundo: “¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?”
        (Pedro Calderón de la Barca. La vida es sueño. 1635)





Texto 13:
“Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”
       (Góngora. “Mientras por competir con tu cabello”. 1590 aproximadamente.)



Texto 14:

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¡por qué queréis que obren bien,
si las incitáis al mal!

Parecer quiere el denuedo,
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco,
y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué honor puede ser más raro
que el que falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos si os tratan mal,
burlándoos si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite es ingrata,
y si os admite es liviana.

Siempre tan necio andáis,
que con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
es una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis…
queredlas cuál las hacéis
o hacedlas cuál las buscáis.”
      (Sor Juana Inés de la Cruz. “Hombres necios que acusáis”. 1675 aproximadamente).